Tuesday, February 23, 2010

EZLN


Feliz cumpleaños insurrección rojinegra zapatista
Sergio Rodríguez Lascano

(Texto basado en la ponencia leída, el 1 de enero, en San Cristóbal de las Casas, en ocasión de la presentación del libro sobre el Primer Coloquio Internacional in memoriam Andrés Aubry)

A dos de los nuestros:
A Eladio Villanueva Saravia, muerto después de cumplir su deber regresando de una reunión de trabajadores. Por varios años secretario general de la Confederación General del Trabajo del Estado Español. Sindicalista revolucionario, heredero de la mejor tradición del anarcosindicalismo de los años 30. Enamorado de la lucha zapatista, fue un factor no únicamente para la solidaridad con las comunidades indígenas sino para mirarse en su espejo. Eladio, amigo, compañero, formabas parte de los irreductibles, de los insumisos, de los subversivos. Tu recuerdo está en nuestros corazones.

A Calixto Tlacotzi Meléndez, bracero indígena de la montaña de la Malintzi en San Pedro Tlalcualpan, Tlaxcala. Murió el lunes 16 de noviembre y las palabras que sus familiares le escucharon antes del deceso fueron: “Avisen al Subcomandante Insurgente Marcos que cumplí, que no me vendí, que no me rendí, que no me dejé engañar”. Sus compañeros de la Asamblea Nacional de Braceros agregaron: “el compañero murió en pie de lucha y, como él, otros hemos tomado la decisión de vivir y morir sin rendirnos”. De esa estirpe era nuestro compañero Calixto, de esa estirpe son nuestros compañeros braceros.

En el seminario de hace dos años in memoriam de Andrés Aubry —maestro-estudiante, compañero de las comunidades zapatistas rebeldes—, el Subcomandante Insurgente Marcos, en su primera intervención, terminaba poniendo en el centro del debate siete tesis, las últimas cuatro decían:
“CUATRO.- El Capitalismo no tiene como destino inevitable su autodestrucción, a menos que incluya al mundo entero. Las versiones apocalípticas sobre que el sistema colapsará por sí mismo son erróneas. Como indígenas llevamos varios siglos escuchando profecías en ese sentido.
“CINCO.- La destrucción del sistema capitalista sólo se realizará si uno o muchos movimientos lo enfrentan y derrotan en su núcleo central, es decir, en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio.
“SEIS.- Las transformaciones reales de una sociedad, es decir, de las relaciones sociales en un momento histórico, como bien lo señala Wallerstein en algunos de sus textos, son las que van dirigidas contra el sistema en su conjunto. Actualmente no son posibles los parches o las reformas. En cambio, son posibles y necesarios los movimientos antisistémicos.
“SIETE.- Las grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos, sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y el analista de arriba. La historia no se transforma a partir de plazas llenas o muchedumbres indignadas sino, como lo señala Carlos Aguirre Rojas, a partir de la conciencia organizada de grupos y colectivos que se conocen y reconocen mutuamente, abajo y a la izquierda, y construyen otra política”.
Dos años después, quisiera abordar estas cuatro tesis, buscar su desarrollo y tratar de ubicar lo que, desde mi particular perspectiva, representa uno de los rasgos centrales del pensamiento zapatista.
1. Hace muchos años, un socialista norteamericano, Hal Draper, escribió un pequeño panfleto titulado “Las dos almas del socialismo”. En él, realizaba un análisis histórico de las dos formas de entender la lucha por la construcción del socialismo: una desde arriba y otra desde abajo. Él concluía: “Desde el comienzo de la sociedad, han existido un sinfín de teorías ‘probando’ que la tiranía es inevitable y que la libertad en democracia es imposible; no hay otra ideología más conveniente para una clase dominante y para sus intelectuales lacayos. Se trata de predicciones autosatisfechas, ya que ellas solamente son ciertas mientras son tomadas como ciertas. En último análisis, el único camino de demostrar su falsedad es la lucha misma. Esta lucha desde abajo nunca ha sido detenida por las teorías desde arriba, y ha cambiado el mundo una y otra vez. Escoger cualquiera de las formas del socialismo desde arriba es mirar hacia atrás, al viejo mundo, a la ‘vieja mierda’. Escoger el camino del socialismo desde abajo es afirmar el comienzo de un nuevo mundo”.
En el fondo, aquí se ubica el debate central que hoy se expresa en el conjunto del pensamiento de izquierda. Y no en un debate mal formulado, abstracto y profundamente ahistórico, sobre el poder. En el que, por un lado, algunos confunden tomar el poder con ganar elecciones, aunque se mantenga intacta la lógica interna del capital (es decir, la explotación, el incremento del trabajo abstracto, la autovalorización del capital), el despojo, (el permanente proceso de separar a los productores de los medios de producción); el desprecio en el que se persigue al que piensa, se viste, vive o es diferente; y la represión, al mantener intocada la vieja estructura burocrática del Estado oligárquico o dictatorial: la policía y el ejército.
Y, por otro lado, están quienes ubican la lucha contra el capitalismo únicamente como gestos y símbolos: hoy dejo de creer en el capital y, por lo tanto, me desenchufo de él. Este día no voy a trabajar, hoy no siembro… ¡Cómo si el trabajador en su cotidianidad pudiera tener opciones de esta naturaleza! Mal entendiendo lo que son las experiencias zapatistas, por las cuales lanzaron la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.
El problema del poder es algo muy serio que no puede ser banalizado: Ni por aquellos que se dicen revolucionarios y se la pasan planeando la próxima participación electoral, para ver si, por fin, pasan del 5 por ciento de la votación. Ni por aquellos que dicen representar la revolución con minúsculas y hacen una teoría cerrada de la intuición ética zapatista de no luchar por el poder, para acabar en la semiparalización de una subjetividad abstracta y, casi siempre, ajena a la lucha real de los de abajo.
La renuncia zapatista a tomar el poder es una decisión ética y política, pero eso no quiere decir dejar de luchar por generar una nueva relación social, en la cual el que mande lo haga obedeciendo. Donde el poder no sea ejercido por una nueva casta sacerdotal que haga de la información el monopolio de su poder. Donde no exista una clase política con intereses materiales especiales separados y en contra de los trabajadores del campo y la ciudad.
El debate sobre las dos almas del pensamiento de izquierda se refiere a dos visiones no únicamente del proceso de organización de la lucha social, sino del mismo funcionamiento del sistema de dominación. La crisis actual, de la que hablamos hace dos años, ha puesto otra vez en el tapete de las discusiones el tema de estas dos almas.
Si pudiéramos hacer un resumen de lo que se promueve desde la izquierda frente a esta crisis, podríamos decir que los reformistas ya no promueven ninguna reforma de verdad (reformismo sin reformas), y que los revolucionarios son lo que promueven una salida reformista (revolucionarios reformistas) que busca dotar al Estado de viejas herramientas, las cuales fueron útiles en el paréntesis que abrió la dictadura del dinero inmediatamente después de la Revolución rusa. (Que ahora algunos quieren ridiculizar como un simple golpe de Estado. Un “golpe de Estado” que puso a temblar a Wall Street, a la City londinense, a la Bourse en París; que hizo que cambiara la forma del Estado y que llenó de esperanza a millones de seres humanos por todo el mundo).
El problema que tienen estas visiones es que no entienden cuál es el corazón de la dominación capitalista. El problema no es si la propiedad es privada o estatal, cuando el Estado está al servicio de una burguesía parasitaria. Eso lo sabemos bien en México. El petróleo estatizado no fue una herramienta para la sociedad en contra de la burguesía, en cambio, sí fue el basamento sobre el cual se construyó el capitalismo mexicano. Igual podríamos decir de los ferrocarriles o de la electricidad.
Los zapatistas son transparentes, su anticapitalismo busca trastocar el corazón de la dominación, no le temen a la palabra expropiación de los medios de producción, de comunicación y de la tierra, para regresarla a manos de los campesinos. No estatización sino expropiación. Y esto se debe a que no hay mucho espacio para dónde hacerse
Decididamente, la fase actual del capitalismo ha confiscado los derechos de la vida, la vida misma. Los fenómenos de incautación se han multiplicado y amplificado en todas partes. Se ha expropiado a la gente de sus derechos fundamentales: en tanto que “recurso humano”, no tiene derecho a la existencia mas que en función de su rentabilidad. “Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital del obrero, la manifestación misma de su vida. Y esta actividad vital la vende a otro para asegurarse los medios de vida necesarios. Es decir, su actividad vital no es para él más que un medio para poder existir. Trabaja para vivir. El obrero ni siquiera considera el trabajo parte de su vida; para él es más bien un sacrificio de su vida. Es una mercancía que ha adjudicado a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es tampoco el fin de esta actividad”. (Carlos Marx: Salario, Precio y Ganancia). Para que luego nos cuenten sobre quién inventó el concepto de biopoder.
El capitalismo en su fase actual, conocida como neoliberalismo, con sus repercusiones en el terreno de la economía, la política, la sociedad, la cultura, la ideología, la comunicación; con su proceso de reordenamiento y reorganización del trabajo por medio de la combinación de procesos tecnológicos muy sofisticados con el regreso del trabajo esclavo, con su deslocalización y relocalización, con su outsourcing, con su precariedad, ha sido complementado con una violencia semejante a una avalancha por su intensidad y extensión. Todos los límites de la moral y la naturaleza, la edad y el sexo, el día y la noche. El capital celebra sus orgías (Marx dixit). Todas las coyunturas y los esqueletos de todas las instituciones que se construyeron en el origen del capitalismo crujen y se desmoronan. Como piel de víbora yacen en el suelo, en especial la democracia representativa (el gran fraude del Obama’s dream no es sino la más espectacular demostración). Efectivamente: todo lo sólido se desvanece en el aire.

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